ESE es uno de los prodigios del fútbol: no existen los imposibles. Por mucho que haya distancia entre plantillas hechas con el corazón y otras prefabricadas con la cartera; aunque las lesiones encapoten el cielo de un partido cargado de esperanzas; más allá de que el reloj aprieta y parezca que no da tiempo, insisto: no existen imposibles.

El Athletic de la defensa caída en la batalla y que busca jugadores para mañana (Osasuna tiene jugadores de talla para ello...), cuando regrese a Europa; el Athletic que aún no ha dicho su última palabra este mismo año, con el Atlético alejado, sí, pero a la vista (un puñado de veteranos aficionados con los que ayer tomé un café los repetían: “Si llegamos a tres en el último partido el Atlético jugarán en Donosti y nosotros –gane o pierda el Athletic siempre es nosotros...– en Vallecas. Se puede, vaya que se puede”); el Athletic que hoy sentirá la soledad sin Valverde ni su defensa habitual (los mismos caballeros del café de los que les hablaba antes no recordaban aquel Athletic de los ochenta sin Andoni Goikoetxea y Liceranzu a la vez...) pero con todo el pueblo jaleándole. Ese Athletic, digo. Ese es el que no cree, no debe hacerlo, en los imposibles. El sábado se juega la penúltima.

Volvamos a esa cuadrilla –fíjense si tienen edad que alguno de ellos recordaba finales como la del ¡pam pam orellut! del legendario Castellón, hace ya medio siglo...– que mira el fútbol con ojos del ayer. No entienden, por ejemplo, que preocupe la falta de efectivos en la zaga. “Atrás hay que poner cuatro y punto”, dice uno. “O tres”, replica otro. “Da igual quienes salgan”, subraya un tercero. Eran otros tiempos, claro. Hoy no sobra ni el recogepelotas sobre el césped.

Para ellos la estrategia se reduce a la W o el “a mi Sabino el pelotón... ¡que los arrollo!”. Fue la primera que se utilizó en el fútbol del siglo XX. Su versión más clásica consistía en cuatro líneas o, con una defensa de tres jugadores y dos mediocentros. Por delante, dos centrocampistas apoyaban una línea de ataque de tres, generando así un dibujo en 3-2-2-3. Les comenté que debía mirar a Herrando porque el Athletic ha estado interesado en su contratación y la respuesta fue unánime. “Al ultimo rival que miramos fue a Don Alfredo”. Don Alfredo, ya saben, era Di Stéfano.

Volvamos al partido del sábado. Sabemos que habrá una despedida sentimental a Raúl García (un castigo para las defensas, por cierto, ahora que de ellas hablamos...) y no está claro si Vivian llegará a tiempo. Sobre el tapete el croupier anuncia que la pareja Beñat Prados-Vesga puede ser la ganadora pero aún es demasiado pronto para saberlo. Es posible, claro que sí. Pero no se conoce hasta dónde puede apretar Vivian, hasta dónde arriesgarse. Son días de cálculos. Hay quien teme que situaciones extremas surja eso que llaman un ataque de entrenador y Valverde busque una salida rocambolesca. No lo parece. “Es un señor serio”, diga usted. Regresa la cuadrilla para dar su opinión. “Dale que te pego con la defensa, letrudo. ¿No se lo hemos dicho? Que jueguen cuatro cualquiera. O tres.” El viejo fútbol.